Los primeros ciclos de vida son más sensibles a la influencia del ambiente que se ha formado en nuestro entorno en el que nos relacionamos con los demás. También es un momento en que nuestros cerebros se desarrollan rápidamente y cualquier cambio en la forma en que se comunican nuestras neuronas puede dejar las llamadas heridas de la infancia. Estas cicatrices surgen en la edad adulta y reaparecen con los años.
Las experiencias dolorosas que ocurren durante la infancia pueden quedar como recuerdos en nuestra memoria. Nos cuesta reconocerlos, pero estas experiencias tóxicas de la infancia influyen en nuestros hábitos y patrones de comportamiento en la edad adulta. Es por ello que comparto este documento sobre las heridas emocionales para que podamos identificar los factores que nos marcaron.
La forma más común de recuerdo doloroso es el abuso basado en la agresión física o verbal. Si sufrimos golpes o insultos durante la infancia o la adolescencia, seguramente surgirán en la edad adulta. Eso no quiere decir que se manifestarán de la misma manera, pero un simple movimiento de la mano puede hacernos sentir incómodos y a la defensiva. Además, en ocasiones, tenderemos a ponernos a la defensiva, desconfiando de esta persona, aunque no muestre ningún gesto hostil hacia nosotros.
Los pequeños que sufren falta de atención y cuidados pueden desarrollar graves alteraciones en la edad adulta, especialmente si sus cuidadores primarios no se los proporcionan. El abandono en la niñez está relacionado con serios problemas afectivos y relacionales en la etapa adulta, así como disfunciones sexuales.
Si sufrimos de falta de atención y cuidados durante nuestra infancia, podemos ver aparecer serios problemas, sobre todo si nuestros tutores no nos los dan. El abandono en la infancia está asociado a graves problemas que nos afectan y es la causa en la edad adulta de disfunciones sexuales.
Sin embargo, si la soledad se manifiesta de forma más moderada, las consecuencias en la edad adulta se pueden ver en forma de limitaciones sociales y ansiedad relacional. Esto se verá más claramente frente a personas que no conocemos o si tenemos que hablar frente a una gran audiencia.
Cuando en nuestra infancia experimentamos fuertes lazos afectivos que se cortan repentinamente, esto puede impedirnos crear lazos de amor. El dolor fuerte es producido por un recuerdo afectivo que sentimos de un ser, pasando mucho tiempo con él y de repente perdiendo la relación. Por eso, no solo recordamos experiencias placenteras, sino también recordamos la ruptura de ese vínculo.
La falta de atención, el abuso o el acoso pueden hacer que nos sintamos excluidos de los círculos sociales. Además, las experiencias de rechazo vividas desde períodos en los que no sabemos reconocer que no es nuestra culpa hace que no aceptemos un trato digno en la temporada adulta. Sentir constantemente miedo al rechazo hace que ni siquiera nos expongamos a recibir las valoraciones de los demás y estamos más tiempo solo.
Al igual que la sensación de que los demás han sido depredadores cuando éramos vulnerables, incorporamos a nuestra forma de pensar la idea de que la vida es una guerra abierta contra los demás. Así, los demás se convierten en amenazas o posibles medios para lograr los objetivos que buscamos.
La sobreprotección de los padres durante la infancia crea el hábito de recibir todo lo que queremos y, en la edad adulta, acabamos sintiendo nada más que frustración. Entonces, para salir de esta insatisfacción, buscamos una nueva figura protectora en lugar de luchar por nuestra autonomía e independencia. Ser caprichoso es un tipo de comportamiento común cuando estamos acostumbrados a exigir cosas de los demás.
La injusticia como herida infantil se crea en un ambiente donde los padres tienen una actitud o sistema educativo rígido, severo, inflexible, intolerante y autoritario. Si nos criaron con exigencias extremas, podemos desarrollar sentimientos de insuficiencia e inutilidad.
Una educación y un hogar autoritarios solo engendran afectación en nuestro desarrollo psicológico y emocional, pero también en nuestro desempeño. Cuando no recibimos apoyo y se comprueban nuestros derechos o cuando no tenemos la suficiente cercanía afectiva, pueden producirse graves lesiones psicológicas
Ahora que reconocemos diferentes heridas de nuestra infancia, es momento de tomar las riendas de cada día y comenzar a sanarlas.
Recibe el chequeo de Centro Cauce para determinar el porcentaje de cada herida y comenzar el tratamiento que propone para liberarnos de ellas.